El pollo de guirre nacido en cautiverio
Nació a mediados de junio y desde el primer momento se supo que este ejemplar de guirre (Neophron percnopterus majorensis ) estaba en desventaja para pelear por su vida: su peso era bajo y sus condiciones generales muy desfavorables.
De padres residentes en la Estación Biológica de La Oliva, los cuales fueron declarados irrecuperables para vivir en libertad y que llevan más de 7 años en ese lugar, el pollo pesó al nacer 62,1 gramos, bastante menos de lo que pesan cuando nacen en libertad.
La pareja progenitora lo había intentado en varias ocasiones: en 2011 fracasaron porque el huevo se rompió; al año siguiente, después de incubar el huevo durante los 45 días, el mismo resultó infértil; en 2013 pusieron otro pero se rompió dentro del nido; en 2014 volvieron a la carga y esta vez la puesta fue de dos huevos pero evidentemente parece que tampoco tenía que ser: uno se rompió y el otro fue trasladado al Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de Tafira, en Gran Canaria, pero se malogró durante la incubación artificial. Llegó 2015 y otra puesta más, pero tampoco pudo ser, ya que el macho rompió el huevo accidentalmente en el nido.
Pero este año lo intentaron en dos ocasiones: una en marzo y la otra en mayo, que fue la que finalmente culminó con éxito después de 45 días de incubación en condiciones de temperatura y humedad controladas. Parece que por fin se rompió el maleficio: esta vez la séptima fue la vencida.
El pequeño picó la cámara de aire del huevo por primera vez el día 14 de junio, pero después de 24 horas en las que se vio que el pollo no tenía fuerzas por sí solo para continuar con la tarea, tuvo que ser auxiliado por un veterinario especializado para terminar de romper la cáscara.
La cría en cautividad del pollo de guirre es muy compleja y delicada y el estado desfavorable que presentaba al momento de nacer hizo dudar a los especialistas de que pudiera salir adelante, pero después de los primeros días vieron que el mismo reaccionaba favorablemente, se dejaba alimentar sin problemas, se mostraba muy activo e inmediatamente empezó a subir de peso (en la primera semana aumentó un 25 %). De seguir todo como hasta el momento del cierre de esta edición, podría adaptarse y vivir en libertad antes de que llegue el año próximo.
Aunque los planes de recuperación en cautividad de dichos animales, vigentes desde 2006, no son considerados prioritarios para mejorar el estado de conservación de la especie, sí son muy útiles para aumentar los conocimientos sobre los guirres, conocimientos que luego son usados para perfeccionar los planes de conservación sobre el terreno, que son los que han hecho posible un gran incremento de su población en la última década.
Los guirres que habitan nuestra isla son considerados una subespecie, Neophron percnopterus majorensis, están presentes solamente aquí y en Lanzarote, y figuran clasificados como “en peligro de extinción” en el Catálogo español de especies amenazadas y en el Catálogo canario de especies protegidas.
Los últimos datos que se tienen de esta especie son de un censo realizado el año pasado y que hablan de una población de 277 guirres en toda Canarias, de los cuales 124 serían adultos reproductores y 153 no reproductores. En Fuerteventura se localizaron 56 territorios de nidificación y en Lanzarote e islotes se encontraron 6, cifras que hablan de que la tasa de crecimiento se ve muy favorecida en la isla majorera.
Leila Umpiérrez, licenciada en Biología que describe en cada edición de El Librito una de las aves que habitan nuestras islas,
en la publicación número 11 correspondiente a abril de 2015 y bajo el título de El Guirre, triste pasado pero con un futuro esperanzador, rescata el trabajo de la institución insular en pos de la recuperación de la especie y cierra su artículo diciendo: “El guirre se trata de una especie bandera, pues es un símbolo de la naturaleza majorera por su valor histórico, cultural y ecológico, es un atractivo para ornitólogos y aficionados, y además sirve como especie paraguas ya que al protegerlo, beneficia a otras aves que tengan los mismos problemas medioambientales”.
El Cabildo local organizó una votación a través de internet para que la gente decidiera el nombre del pequeño entre 3 opciones: Tao, que fue un asentamiento aborígen ubicado al sur de Tefía; Fimapaire, que es un valle del norte de la isla declarado Zona de Especial Protección para las Aves; y Sirdo, que significa guerrero en el lenguaje de los majos, pueblo aborígen que habitó la isla desde antes de la conquista . Y como no podía ser de otra forma, resultó elegido este último ya que la cría, desde el principio, demostró la fuerza y resistencia de un auténtico guerrero, la única manera que este animalito tenía para salir adelante.
En los próximos meses volará en libertad junto a las otras 40 crías que han sido censadas el año pasado.