Desde Argentina, Guillermo Elihatte, periodista.
Soja en el sur
Dos décadas son las que lleva en auge este cultivo, que al principio trajo tantos beneficios económicos para varios países latinoamericanos.
Pero hoy ya se sabe de los daños adyacentes que ha dejado tanto en la gente como en el medioambiente. Argentina es uno de esos países afectados y ya tiene miles de muertos y enfermos (sobre todo niños) debido al uso de los pesticidas necesarios para sostener la producción a escala industrial. Hace más de veinte años que esta famosa planta se ha impuesto como monocultivo en muchas partes del mundo, sobre todo en América y en algunos sitios de Asia. Incluso en países del cono sur, como Argentina, ha cambiado su economía y ha conseguido beneficios monetarios para sus habitantes, que tienen que ver directamente con el despegue de estos países llamados emergentes. Lo cierto es que han conseguido que la soja esté dentro del selecto grupo de alimentos de los cuales depende casi la humanidad entera: maíz, arroz, trigo y ahora también la plantita de la que nos ocupamos (que es consumida, de distintas maneras, por más del 70 % de la población del planeta).
Se piensa que su origen está en el norte y centro de China, y ya hacia el año 3000 a.C. los chinos la consideraban como una de las cinco semillas sagradas.
En Argentina se conoce tímidamente y se tienen registros de ella desde el año 1862, pero fue después de la década de 1960 que se exportó por primera vez (1). Cuando llegaron los años 90, empresas como Monsanto vieron el negocio fabuloso que tenían entre manos y desde entonces no han parado de destruir y agotar las tierras con sus venenos, ya que la producción de dicha planta (en la forma que se lleva a cabo) necesita de muchos productos “agrotóxicos” para ser rentable. Y al final de la cadena, como siempre, están las personas que consumen (muchas de ellas viven en Europa e incorporan dicho alimento a través de los piensos con los que se “nutre” a cerdos y pollos, principalmente). Pero los más perjudicados de toda la historia no somos nosotros sino los pobladores de los países productores, tanto agricultores como habitantes, que en general viven en las inmediaciones de los cultivos sojeros y que llevan más de 15 años denunciando muertes, intoxicaciones y enfermedades, producto de las sustancias que se echa a la planta, en muchos casos por medio de fumigaciones aéreas. Solo por dar un ejemplo, basta con citar el caso de un barrio de la ciudad de Córdoba (2), en Argentina: Ituzaingó Anexo, un pueblo con 5000 habitantes (que ha sido fumigado con glifosato desde la década de 2000) que tiene más de 200 vecinos enfermos de cáncer. El problema empieza con que, al producir la soja de manera industrial, esta necesita de más agrotóxicos que el resto de los monocultivos a gran escala. Es así como se cae en el abuso de herbicidas, insecticidas y fungicidas, que se aplican a lo largo de todo el ciclo de crecimiento dela planta.
Agrotóxicos

Son estos productos los que causan problemas de salud en los trabajadores, la población aledaña, los bienes comunes (recursos naturales) y la biodiversidad en general: contaminan la tierra destruyendo los organismos que forman la materia orgánica; el agua, dañando la vida acuática y contaminando las napas más profundas; y el aire, con fumigaciones terrestres y aéreas, con la quema de envases y con el polvo que es arrastrado por el viento hasta los sitios más impensables.
Todos estas sustancias pueden permanecer en el ambiente durante muchos años, acumulándose en los tejidos de la mayoría de los seres vivos cuando estos respiran, ingieren alimentos o beben líquidos.
El herbicida más usado en Argentina es el glifosato (3), el responsable del control de las malas hierbas, ya que la soja transgénica fue diseñada para resistir esta sustancia. Como si este producto no fuera dañino y careciera de denuncias, tiene que aplicarse con coadyuvantes, que son componentes que ayudan a que el glifosato sea absorbido por la planta con mayor facilidad. A menudo, dichos coadyuvantes suelen ser más nocivos todavía. El otro herbicida usado por excelencia en Argentina es la atrazina, prohibido en Europa desde febrero de 2008 por la cantidad de problemas de salud que produce.

En cuanto a los insecticidas, se utiliza el clorpirifos y el imidacloprid para combatir a las orugas (isocas), el cual es perjudicial para las aves y extremadamente tóxico para las abejas. Y para pelear contra las chinches se usa el endosulfán, un insecticida no selectivo y altamente tóxico que se acumula en la cadena alimenticia y afecta especialmente a los animales acuáticos (prohibido en Argentina desde 2013, pero de uso corriente en la actualidad debido a que las empresas productoras tienen un stock muy grande del mismo…¿?) Para atacar a los hongos generalmente se les echa a las semillas dos insecticidas fungicidas que son el tiram y el carbendazin. Como vemos, no faltan venenos que en auténticos cócteles enferman en primer lugar a los agricultores y a las poblaciones cercanas a las plantaciones.
Organizaciones como “Maestros contra la soja”, “Paren de fumigar” y “Médicos de Pueblos Fumigados” no se cansan de denunciar la situación en Argentina desde principios del siglo XXI.
“Estábamos en pleno desarrollo de clase y de pronto escuchamos el ruido del avión, salgo y el olor era muy fuerte, llamo a la policía, y en el transcurso de 10 minutos había una nena vomitando y otros chicos
tirados sobre los bancos con mareos, dolor de cabeza, ardor en los ojos”, recordó la maestra y directora Mariela Leiva, a cargo de niños de nivel inicial y primaria de la escuela n.º 44 de la provincia de Entre Ríos. También contó que “las fumigaciones son moneda corriente, la escuela está inserta en los cultivos, que están a cinco o seis metros”, y agregó que “en su zona hay 13 escuelas y casi todas están expuestas”.
Matías Ruiz Díaz, maestro del norte de la provincia de Santa Fe, contó que “en general las escuelas de esa región están rodeadas de cultivos sin ninguna distancia mínima de seguridad, uno abre las ventanas y tiene las plantas a muy pocos metros, centímetros a veces, y estos son cultivos muy dependientes de fumigaciones con agrotóxicos”.(4) Enfermos y denuncias no faltan, ya que en las provincias más dependientes de la soja en este país latinoamericano se suman por miles los casos de cáncer, niños que nacen con malformaciones genéticas, nacimientos prematuros, trastornos de la tiroides, problemas respiratorios crónicos, alergias, ceguera o sordera, lesiones neurológicas, infertilidad y problemas inusuales en la piel. Paradójicamente, en el otro extremo de la cadena también tienen problemas y muy feos: más de una empresa de fumigaciones con avionetas ha tenido y tiene actualmente serios problemas de salud entre sus trabajadores, ya sean pilotos o encargados de manipular los venenos.
Hectáreas y litros de herbicidas

Las provincias sojeras en Argentina con mayor rendimiento son Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires. Entre éstas, y otras que se encuentran en el norte del país, suman entre 20, 2 y 20,5 millones de hectáreas sembradas durante el año 2015 (6).
Aparte de que semejante cantidad de tierra sea destinada a un solo monocultivo, con todos los problemas de pérdida de biodiversidad que eso acarrea (7), imaginemos la cantidad de litros de agrotóxicos que se vierten a la tierra y a la atmósfera. Se sabe que al comienzo del auge sojero bastaban, por ejemplo, 10 litros de glifosato por hectárea para controlar la maleza. Como viene sucediendo en todo el mundo con las semillas transgénicas, los venenos aplicados al principio poco a poco van perdiendo efectividad y con el tiempo se hace necesario echar cada vez más cantidad del producto o cambiarlo por uno nuevo (8). Entonces nos encontramos con muchos agricultores que denuncian la situación y hablan hoy en día de entre 12 y 20 litros por hectárea, según la zona del país. Haciendo fuerza para realizar un cálculo muy optimista, suponiendo que las hectáreas cultivadas sean 20,2 millones y estableciendo también un promedio bastante bajo de litros de glifosato, 12 por hectárea, la cuenta nos da que se han vertido
durante el año pasado, solamente de glifosato en Argentina, más de 242 millones de litros. Y habría que sumar lo que se ha hechado en otros cultivos.
Pero Argentina no es el único productor de la región. Junto a Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia, suman 58 millones de hectáreas, con lo que obtienen unos 170 millones de toneladas de soja (9). Riqueza no
falta, ¿pero a qué costo? Mejor no hagamos la cuenta de la cantidad
de herbicidas, insecticidas y fungicidas que se vierten a la tierra y a la atmósfera tan solo en un año en dicha región. En los últimos tiempos, debido a la gran cantidad de denuncias y a la presión ejercida por la
gente, se ha conseguido en algunos lugares legislaciones que hablan de distancias mínimas entre as poblaciones y los cultivos a fumigar. Pero elpoder de las empresas que controlan el negocio y la complicidad de los gobernantes hacen posible que todo quede solamente en palabras.
Paraguay, un caso aparte
Tal vez sea este país el más sufrido con toda la cuestión sojera del continente, ya que las poblaciones más expuestas a las fumigaciones
son las comunidades aborígenes, como siempre las más relegadas e indefensas ante el avance del “progreso”. Llevan años denunciado enfermedades y sobre todo la cantidad de problemas sanitarios que tienen con sus niños. Aquí el problema se agrava por otras dos cuestiones que el avance de la soja deja a su paso: la cantidad de selva subtropical que se ha talado en los últimos 20 años para recuperar tierra para sembrar, y la desaparición y muerte de más de 120 líderes aborígenes y campesinos cuyos colectivos gozaban de tierras que les permitían llevar adelante una agricultura de subsistencia; con los años han sido despojados de su territorio por las grandes empresas productoras de semillas transgénicas, con la complicidad de sus gobiernos.
¿A dónde va esa soja?
Cómo ya dijimos en párrafos anteriores, Argentina (con más de 20
millones de hectáreas plantadas) tiene un producción de 60 millones de toneladas. Un cuarto de esa cantidad se destina a la producción de
biodiesel. El resto se divide entre porotos, aceites, y harinas de soja. Los aceites se exportan en gran medida al mercado asiático, pero las harinas, utilizadas para la fabricación de piensos principalmente de pollos y de cerdos, terminan en el continente europeo.
De esta forma es como se introducen en nuestra cadena alimenticia, que termina llena de productos de bajísima calidad, saturados de tóxicos y que encima sirven para sustentar sistemas de producción hiperinjustos que ya se han cobrado la vida de miles de personas en algunos sitios del planeta.
Monsanto en La Haya
Octubre de este año nos encontrará con la empresa Monsanto, principal responsable de la destrucción del ecosistema latinoamericano, fabricante de semillas transgénicas y de todos sus venenos para que estas funcionen, sentada en el banquillo de los acusados de la Corte Internacional de La Haya. Muchas organizaciones no gubernamentales y activistas de derechos humanos la han denunciado por crímenes de lesa humanidad y ecocidio. Veremos entonces, después del fallo, la independencia real de que goza dicho tribunal.
Dengue y virus del Zika.
¿Buenos aliados para continuar con la destrucción? Llama la atención que muchos de los países afectados por cultivos transgénicos en los últimos tiempos han sido afectados por enfermedades propagadas por mosquitos (10). El dengue primero y ahora el virus del Zika, que se combaten por medio de fumigaciones, meten miedo entre millones de latinoamericanos. Esto por un lado permitiría a los dueños del negocio de las semillas trans y de sus productos, seguir confundiendo y seguir fumigando…Después será más difícil, llegado el caso, delimitar responsabilidades sobre quién fumigó tal o cual cosa o quién utilizó tal o cual veneno en sitios diferentes (aquí el viento juega un papel fundamental). Hay investigadores que van más allá y se atreven a decir que en realidad el virus del Zika tiene que ver con una inmunodeficiencia, generada por años de vertidos de pesticidas en esas comunidades del sur. (11)
NOTAS:
- Hoy Argentina es el cuarto productor mundial de granos de soja, el primero de aceite y el segundo de harina.
- En esta provincia hay un registro de 400 escuelas fumigadas, lo que incluye 12000 niños y más de 900 docentes.
- Normalmente comercializado bajo el nombre de Roundup, ver Librito N.º 14
- Agencia de noticias Telam, Argentina.
- Hay un caso famoso, el de Fabián Tomasi, exempleado de una de estas empresas. Es un poblador de Entre Ríos muy enfermo, que lleva años denunciando la situación a la justicia y en todos los ámbitos posibles.
- Bolsa de cereales de Buenos Aires.
- Se ha talado mucho bosque para obtener tierra cultivable.
- Esto es parte del negocio que manejan las empresas dedicadas a la manipulación genética de semillas y a la producción de venenos para sostenerlas.
- www.fyo.com
- Argentina es un buen ejemplo de ello, un país que hace una década prácticamente no conocía el dengue y hoy tiene más de 2000 casos reconocidos oficialmente.
- https://eladiofernandez.wordpress.com/2016/02/02/zika-es-en-realidad-el-pesticida-atracina-de-oxitec-syngenta-monsanto/
Fuentes:
- www.chasque.net;
- http://www.aimdigital.com.ar;
- http://www.pagina12.com.ar/;
www.infobae.com; eldiaonline.com (Gualeguaychú); - www.wikipedia.org
[…] pasado”, nº 15 “Monsanto: semillas, informatica y ejercito” , nº 21 “Monocultivos de soja que envenenan a miles de personas” y nº 23 “Médicos de pueblos fumigados“). No tenemos forma de escapar: de una u […]