Tiburón ballena
Tiburón ballena a 10 mt de profundidad realizada en Azores. Foto: Nuno Goncalvez

Por Fernando Frias Reis, fernandotiburones@gmail.com Shark Advocate en las organizaciones: Alianza Tiburones Canarias, Sharks Atlantic Platform, Sharks Educational Institute

tiburones de CanariasActualmente están científicamente identificadas más de 500 especies distintas de este grupo de peces, los tiburones, pero todavía muy poco se conoce de ellos. La imagen que muchas veces nos llega, transmitiendo peligro y amenaza, está principalmente basada en el mito del miedo a lo desconocido, que al cine de suspense más comercial le gusta explotar de forma tantas veces dramática. Tras una pequeña presentación del tiburón ángel en la anterior edición, este mes es el turno del gran tiburón ballena.

En este espacio de información procuramos esclarecer algunos de los aspectos más verdaderos sobre las especies de tiburones que habitan nuestros océanos y de los cuales dependemos todos. Hoy hablamos aquí del tiburón ballena (Rhincodon typus), una especie altamente migratoria que ocasionalmente es posible observar en aguas del archipiélago canario. El tiburón ballena pertenece a la familia Rhincodontidae, en el orden de los Orectolobiformes (los tiburones nodriza y cebra, son sus parientes más cercanos), pero él es el único representante de su familia.

Su nombre científico es muy curioso, pues rhincodon puede traducirse como dientes “raspadores” y typus como “ejemplo de”. Hoy todos sabemos que los tiburones ballena son de los mayores peces que viven actualmente en el mar. De hecho, con suerte, pueden crecer hasta más de 15 m de longitud, existiendo registros de ejemplares con cerca de 20 m de largo y 34 t de peso (Chen, Liu & Joung, 1997). Sin embargo, a pesar de su enorme tamaño y de que su boca pueda llegar a tener una anchura de más de 150 cm, solo se alimentan de animalitos muy pequeños. Su dieta se basa en el zooplancton, peces pequeños y otros diminutos animales filtrados en vastas columnas por sus ramas branquiales.

Es un pez con un cuerpo algo parecido al de una ballena, con una cabeza plana masiva, con su hocico truncado y una boca rodeada por diversas hileras de dientes, que pueden llegar a ser más de 3000, del tamaño de pequeños granos de arroz y, por lo que se sabe, sin utilidad directa en su alimentación. El color de su piel es grisáceo, con manchas y rayas de un color más claro (con un patrón único distintivo para cada individuo), con su parte ventral de color blanco y con tres crestas distintas a lo largo de la parte superior del cuerpo.

Todavía se conoce muy poco de su biología y hábitos de vida. Como resultado de su gran tamaño, de la docilidad que demuestra en contactos cercanos a las personas y por sus hábitos de alimentación por filtración, a esta especie se le trata muchas veces como el apacible gigante del mundo marino, ya que jamás ha presentando ningún peligro para los seres humanos.

Su infancia es normalmente muy larga. De acuerdo con recientes investigaciones (Hsu et al., 2014), antes de los 17 años de vida los machos no están suficientemente maduros para poder reproducirse, y las hembras tienen que sobrevivir hasta los 19 o 22 años para reproducirse por primera vez. Su reproducción es de tipo vivíparo aplacentario. Sin conocerse con certitud su periodo de gestación, se ha descubierto recientemente que las hembras pueden retener huevos fertilizados dentro de sus cuerpos hasta que cada uno de ellos eclosiona. Por el estudio de una captura examinada en Taiwán, se sabe actualmente que una sola hembra puede contener hasta más de 300 embriones en desarrollo (Joung et al. 1996), sostenidos en diferentes etapas de gestación. Es la especie de tiburón, de la que se tiene conocimiento, con más cantidad de embriones en desarrollo a la vez.

A pesar de su tamaño de adultos, cuando nacen los tiburones ballena suelen medir entre los 50 y los 70 cm y los primeros estudios, aún muy polémicos, sobre su esperanza de vida, indican que podrían vivir hasta alrededor de los 80 años (Hsu et al. 2014).

Sus hábitats son las aguas costeras y oceánicas que se encuentran desde la superficie hasta una profundidad de más de 1000 m, y su distribución en latitud nos permite encontrarlos en mares de aguas tropicales y templadas en los océanos Índico y Pacífico (un 75 % de su población total), y en el Atlántico (el otro 25 %). En nuestro archipiélago no hay muchos avistamientos pero en el verano, cuando las aguas se calientan, hay algunos buceadores muy afortunados que registran uno o dos encuentros, generalmente al sur de Tenerife.

La verdad es que los tiburones ballena son los verdaderos gigantes de los océanos y, como son tan inofensivos, en todas las ocasiones que son frecuentados por buceadores proporcionan un enorme placer y una experiencia inolvidable al estar en el agua con ellos. Esta fácil accesibilidad a él que se da en algunos lugares, que ha sido más explotada en los últimos años por el ecoturismo medioambiental, también ha contribuido a una mayor preocupación por la supervivencia sostenible de este animal en los océanos.

Es un hecho también muy conocido entre los buceadores que los tiburones ballena suelen reunirse en grandes cantidades en determinadas localizaciones y épocas del año. Esto hace que muchos de estos animales sean accesibles no sólo para los conservacionistas y turistas bien intencionados, sino también para los pescadores ilegales.

¡Los números que se conocen hoy asustan y mucho! La aparición del tiburón ballena en diversos puntos de observación habituales del Indo-Pacífico disminuyó en un 50 % tan sólo entre los años 2003 y 2012 (Harley et al., 2013), lo que potencialmente representa una caída de la subpoblación de aquella región.

Clasificado en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) desde el año 2016 como especie en peligro de extinción (EN), el tiburón ballena está ya desde 2002 incluido en el Apéndice II de la CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres).

Las especies incluidas en el Apéndice II de la CITES no están necesariamente todas amenazadas de extinción, pero el comercio internacional de las mismas está reglamentado para garantizar su carácter legal y evitar una utilización incompatible con la supervivencia de la especie en el medio silvestre. Para que no se pierdan demasiado en estas nomenclaturas, aprovecho para describir que la CITES es un acuerdo internacional concertado actualmente entre los gobiernos de 183 países, que tiene por finalidad velar para que el comercio internacional de especímenes de animales y plantas silvestres no constituya una amenaza para su supervivencia.

Efectivamente, desde 2002 ninguna pesquería de tiburón ballena ha sido certificada como sostenible bajo las regulaciones de Apéndice II de la CITES. Pero la persistente presencia de aletas de esta especie en algunos de los mercados de Hong Kong, de la cual no hay registros sobre su comercialización en la base de datos de CITES, solo puede sugerir que el comercio ilegal existe, y en cantidad.

Ya sabemos que estos animales, evidentemente, no son peligrosos para los humanos, pero la pregunta a la cual habrá qué contestar ahora es: ¿hasta qué punto nosotros, los humanos, somos peligrosos para los grandes tiburones ballena?

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