Ley-suelo

Por Gianfranco Costa, majorero de adopcion

Hace unas semanas tuve el placer de participar en algunas charlas sobre el tema y también en un evento organizado por el Club de la Bici Verde en el norte de la isla, durante el cual se proyectó un documental muy interesante sobre César Manrique. Indudablemente, el artista lanzaroteño se puede definir como una gran personalidad, con sus muy pocas sombras y sus muchas, espléndidas luces. Durante la proyección tomé nota de algunas frases pronunciadas por el propio César Manrique en el documental. Es evidente que la isla de Lanzarote le debe muchísimo al genial artista, aunque se fue demasiado pronto, dejando su preciosa obra a la mitad. ¡Ojalá hubiésemos tenido a alguien con la misma visión del mundo aquí, en el lejano oeste, en la isla del ladrillo a lo loco!

Me gustaría en esta ocasión intentar analizar simultáneamente dos cosas: el pensamiento del famoso artista, totalmente en contra de la especulación inmobiliaria, brutal y violenta, y lo que va a suponer el horroroso anteproyecto de la ley de suelo. Me refiero a Fuerteventura en particular, pero esa ley, una vez promulgada de forma oficial, afectaría de manera dramática a todo el archipiélago, con consecuencias devastadoras para la tierra de Canarias. Manrique insistía en el respeto riguroso a la naturaleza. Quiero recordar ahora las frases del artista con las cuales termina el documental: “Es verdaderamente lamentable que las autoridades no paren ya, automáticamente en Canarias, esta especie de especulación caótica que nos está amenazando en la manera más catastrófica

[…] Están haciendo una serie de mamotretos en toda la costa que están realmente taponando toda la visión del mar […] con una arquitectura estándar, vulgar, una verdadera vergüenza […] lo que se están construyendo son apartamentos, construidos de prisa para sacar el mayor rendimiento […] hay una mafia especulativa que yo desprecio con lo más profundo de mi alma”.

– César Manrique –

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Todo vale si genera dinero y poder

De todas maneras, el cowboy de la foto parece fundar toda su acción de gobierno en la filosofía del liberalismo absoluto, en el que todo vale si genera dinero. Quiere devolvernos al lejano Oeste, a la ley del más rápido en sacar la pistola, ya esto lo dice todo. Pero vamos al grano, a analizar algunos puntos de esa locura de ley, para que sepan ustedes a qué se enfrentan.

Lo que se ha utilizado hasta ahora es el criterio de la “ordenación territorial”. Las palabras son importantes, definen el significado de las correspondientes acciones de gestión. Ordenar el territorio deja entender que se trata de algo que tiene que ver con temas sociales, de convivencia entre personas y de su integración con el territorio en el que desarrollan sus existencias: hay que tener en cuenta un criterio de equilibrio que afecta a la calidad de vida de los vecinos; también hay que garantizar la protección del medio ambiente para una utilización racional del desarrollo del territorio. Resumiendo, la ordenación territorial es una función pública.

El cambio radical de punto de vista se nota ya considerando el paso de “territorio” a “suelo”. La tierra de Canarias considerada solo como si fuera una secuencia de solares. Ya esto es suficiente para subrayar que, en lugar de enfocar en los aspectos sociales del tema, se pone el enfoque en la especulación más salvaje. ¿Por qué hablo de especulación? No solamente porque ya toda Jandía está en mano de una única empresa. Básicamente porque, analizando el anteproyecto, lo primero que se nota es la desaparición de la COTMAC (Comisión de Ordenación del Territorio y Medio Ambiente de Canarias), que hasta ahora entre sus competencias tenía el control legal sobre las obras de edificación. Desaparece por completo. Los informes de impacto ambiental ya no son vinculantes, sino que solo tienen valor de opinión al respecto. Además, para que una obra se pueda ejecutar, solo se necesita una licencia municipal. Es suficiente que una concejalía, un ayuntamiento o un cabildo declare que una cierta obra es de “interés social” para que esta se apruebe de forma definitiva. En ningún sitio se define qué demonios quiere decir de “interés social”.

 

 

Hay más. Los vecinos no tienen prácticamente ninguna posibilidad de oponerse a una obra eventual.

Esto también deja el paso a potenciales conflictos entre ayuntamientos, por ejemplo, porque en caso de que alguien pretenda construir algo en territorio municipal, es muy probable una guerra de precios a la baja, para adjudicarse más posibilidades de ganar el partido. La consecuencia es evidente: el valor de los terrenos va a bajar.

El punto evidentemente más controvertido es la gestión del suelo rústico. Con el nuevo y desastroso escenario se hace posible la edificación de obras con finalidades de ocio, deporte y muchas otras tipologías sin ningún criterio, cosas que nada tienen que ver con el suelo rústico.

Al lado de su gavia, querido lector, el ayuntamiento le podría construir un bingo o un spa. Y al lado de su finca, querida lectora, podrían ponerle un centro comercial, con su aparcamiento y carreteras para el tráfico de camiones y clientes. ¿Les resulta más claro ahora?

Quiero volver a citar ahora algunas frases de César Manrique que me apunté:

– “El lugar tiene que quedarse todavía mejor al ejecutarse la obra”.

– “Lo construido tiene que parecerse a la naturaleza para llegar a su máxima expresividad, sobre todo en una isla como esta, en el paisaje más primitivo de la tierra”.

– “La mayor riqueza de un país es su cultura”.

– “Cómo es posible no luchar para proteger tu entorno, si fue precisamente él que hizo posible tu propia historia”.

– “El hombre es un animal bastante peligroso, puede destruir el planeta en muy poco tiempo”.

– “Sobre cómo se verá el medio ambiente en el futuro, depende de si sabremos leer sus intuiciones”.

– “Hay que viajar de la estética a la ética”.

La última es mi preferida.

Lanzarote tuvo a César Manrique. ¿Y Canarias ahora a quién tiene? Al vaquero de la ley de suelo. Al Clavijo ese.

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