Por María Martín Francisco. Profesora CFGM Técnico en Agroecología. IES La Oliva.
El Erizo Moruno (Atelerix algirus), gran colaborador de la agricultura biológica. Introducido en canarias en el siglo XIX (1), se encuentra en casi todas las islas, principalmente en Fuerteventura, Lanzarote, Gran Canaria y Tenerife. Mamífero de hábitos nocturnos, tiene la zona dorsal de su cuerpo cubierta de espinas o púas que le protegen de depredadores. Su hocico es puntiagudo y de color oscuro, sus orejas pequeñas y redondeadas. La coloración de su cuerpo varía del marrón claro al más oscuro.
Puede alcanzar hasta 30 cm de tamaño, sus movimientos son lentos y sus ojos están adaptados a la oscuridad. Estas dos características, sumadas a su reacción frente al peligro de formar una bola para protegerse con las púas, frecuentemente son las causantes de morir atropellados. Al final del otoño, normalmente cuando la temperatura media baja de los 10º C, el erizo busca un agujero escondido y abrigado entre piedras o bajo las raíces de un árbol, donde se hace una bola y queda sumido en un profundo letargo que se prolonga hasta la llegada de la primavera, bajando sus latidos de las habituales 180 pulsaciones minuto hasta las 20, al tiempo que también baja su temperatura corporal para adaptarla a la ambiental, situándola en torno a los 5º C (Castells y Mayo, 1993).
Este sueño invernal no es continuo a lo largo de toda la época fría, sino que puede verse interrumpido y sale al exterior en los días más soleados y calurosos, momento en que se vuelve torpe y pesado, como si estuviera medio dormido. Esta es la mejor ocasión para fotografiarlo, al permitir acercarnos a él a muy poca distancia.
Su reproducción se inicia en primavera y termina en verano. El periodo de gestación es de 35 a 40 días, pudiendo tener una media de 4 a 6 crías por parto. Nacen sin espinas, las cuales comienzan a aparecer a los pocos días. Su hábitat en Canarias es muy variable y depende de la isla en la que viva. Es abundante en ambientes xéricos (2) de zonas bajas, arenales costeros, eriales y matorrales desérticos; y en islas como Tenerife o Gran Canaria lo podemos ver en zonas de matorrales de medianías, zonas verdes, pinares y terrenos de cultivos.
Se alimenta de invertebrados (insectos y moluscos) y semillas. En las zonas agrícolas es un buen colaborador en el control de plagas de insectos, caracoles y babosas. Un ejemplo lo tenemos en el cultivo de la fresa, al que le afecta la presencia de miriápodos (los milpiés o las vaquitas) y babosas, que se alimentan de los frutos, produciendo grandes pérdidas que pueden ser controladas por estos “especiales mamíferos”.
El uso de plaguicidas incide en una elevada mortandad, esterilidad o disminución de la capacidad de fecundación de los erizos, tanto por el contacto directo del producto, como por alimentarse de animales envenenados por fitosanitarios. En su interacción con otras especies de Canarias, se cree que puede afectar a las aves que nidifican en el suelo por alimentarse de sus huevos.
Por otra parte su población sirve de alimento a aves rapaces presentes en las islas, principalmente nocturnas. Como otros insectívoros, se debe tener presente ya que es una especie beneficiosa para nuestros campos, cultivos y bosques, por su papel tan importante en el control biológico de plagas; de forma indirecta también puede controlar enfermedades que afectan a la actividad agrícola. Los debemos proteger y cuidar.
(1) Los autores discrepan en cuanto a la fecha y en cómo se hizo esa introducción del erizo en el archipiélago que llegó desde África. Unos apuntan a que fue después del 1800 y se hizo a propósito. Otros indican que fue más tarde y de manera accidental, por medio de barcos cargueros que atracaban en los puertos canarios.
(2) Ambientes con muy poca humedad.