¡Ay, si me toca…! por Gianfranco Costa, canario de adopción.
A mucha gente le gustan los juegos de azar. Personalmente no me atraen ni de lejos, pero sé que hay personas que se juegan
mucha pasta y, la mayoría de las veces, la pierden.
“La casa siempre gana” es un lema antiguo, nunca falla; si no fuera así, no existirían los casinos por ejemplo. Pero cuando se habla de salud creo que no es este el tipo de lenguaje más oportuno, el de tentar a la suerte para esperar a un día improbablemente afortunado. Por desgracia, en Fuerteventura es así como funciona la gestión de las
urgencias sanitarias: una tirada de dados.
Hay mucha alarma social entre los vecinos de algunos pueblos en particular. Me refiero a la parte de la isla que más conozco, los pueblos del norte, pero me temo que la misma situación se experimenta a diario en muchos otros puntos. Hace unas dos semanas estuve hablando con un vecino de El Cotillo, un majorero “D.O.C”. que
encontré por casualidad, si es que las casualidades existen; su tono de voz y sus gestos dejaban percibir de forma clara como la copa de un pino la gran preocupación que se vive a diario, porque muchos temen que la tragedia que allí ocurrió hace unas cuantas semanas podría repetirse en el futuro si las cosas no cambian: una turista murió por un infarto y la ambulancia llegó después de más de una hora. Más de una hora en una isla de ciento diez kilómetros de largo. No soy médico
pero sé que, cuando se trata de patologías cardíacas agudas hay que intervenir en minutos, y cada minuto de más aumenta el riesgo de forma exponencial.
Así están las cosas, la calidad de la asistencia sanitaria de urgencia recibida depende de en que lugar se encuentra uno: si por suerte la enfermedad se manifiesta en un sitio donde hay una sede de urgencia médica, entonces allí se tendrán muchas más posibilidades de salvar la piel. Aunque esto se perciba a menudo en Fuerteventura como algo normal por parte de muchos, acostumbrados a resistir los golpes de la mala gestión bien calladitos, de normal no tiene nada: primero por el criterio de igualdad de todos los ciudadanos en términos de derechos; y segundo porque nuestra isla es un lugar turístico con enormes flujos de visitantes a lo largo de todo el año.
¿Saben los miles de turistas que aquí llegan
cada semana que, si tienen un problema de salud,
hay sitios donde no tendrán muchas posibilidades
de salvarse?
Me refiero a los turistas porque los vecinos conocen muy bien la situación, de ahí su profunda preocupación. En un país civilizado la
gestión de las urgencias médicas no debería depender de la suerte, sino basarse en una estructura capilar y con recursos muy bien coordinados. Bueno, en un país civilizado.
Me pregunto si con la misma expresión de felicidad total con la que se anuncia a diario haber conseguido un nuevo récord de llegada de turistas a Fuerteventura, si con el mismo énfasis y las mismas sonrisas de 32 dientes brillantes, el excelentísimo Gobierno de Canarias se puede lucir de la misma manera para garantizar la seguridad de
todo ese enorme ejército de visitantes, armados de cámaras de fotos, aparatos de wifi siempre más curiosos y bañadores multicolores. La verdad es que aquí solo se confía en la buena suerte, este es el criterio de programación más utilizado.
Ya he expresado miles de veces mi opinión a propósito de la debilidad estructural de un modelo de desarrollo económico que se base exclusivamente en el turismo, pero como esta es la realidad, por lo menos hay que ser coherentes. Vale, abrimos nuevas rutas para conectar directamente con nuevos países, pero por lo menos, con todo ese dinero que llega a rellenar las arcas públicas isleñas (*), para que ese enorme flujo turístico siga llegando, hay que asegurar servicios básicos sí o sí, como por ejemplo una gestión eficiente de las
urgencias médicas.
¿Cuánto puede costar pagar la nómina a un
médico más, a un par de enfermeros más para
que, por ejemplo, trabajen en Lajares
con una ambulancia medicalizada a su disposición, es decir, en un sitio estratégico desde el cual se podría llegar en cinco minutos a El Cotillo, a El Roque o a Majanicho, lugares con enorme densidad turística?
¿No resultaría ser ese un dinero mucho mejor utilizado que el que se plantea despilfarrar para agujerear la montaña de Tindaya, fundación de60.000€ incluida? Mientras tanto, en caso de ocurrir un problema
urgente de salud, los vecinos de El Cotillo (de manera consciente) y los turistas (de forma no consciente) pueden seguir esperando la rápida
llegada de una ambulancia recitando el mantra del famoso spot de publicidad: “¡Ay, si me toca…!”.
(*) Parece más probable que sólo enriquece a las grandes
cadenas del todo incluido.